martes, 10 de junio de 2014

Los sufrimientos del pueblo Cristiano

Los Cristianos vivimos en constante sufrimiento, en nuestro día a día pasamos por diferentes pruebas, pero los Cristianos reales sabemos que tal sufrimiento es momentáneo, y por eso nos regocijamos en él, sabiendo que nuestra alegría será eterna en el Reino de los Cielos y por siempre y para siempre podremos adorar al Señor con toda nuestra alma, olvidando dolencias, llanto, melancolía, pues nos hallaremos delante del majestuoso Trono de Gracia, en la perfección, en la santidad, frente al que es, ha sido y será, donde todo ha de ser regocijo, donde nuestro agradecimiento ha de ser enorme por el Sacrificio Expiatorio de nuestro Señor, pues nos amó y nos predestinó aún siendo viles y miserables pecadores,  porque nos brindó Su amor incondicional. Testigo de esto es el apóstol Pablo, pues fue golpeado con varas, apedreado, naufrago, y pasó una noche y un día en alta mar, pero ¿desistió en el camino por los obstáculos que se  le presentaron? ¿Se avergonzó de en quien había creído? ¿Renunció a su amor por el Señor? ¡Por supuesto que no! Porque él buscaba primeramente el reino de Dios y su justicia, no las añadiduras. Es ese el verdadero Evangelio, que somos peregrinos, visitantes en esta tierra, por lo tanto no debemos acumular riquezas en esta tierra sino en el reino de Dios. 

No hay nada más perfecto (ni jamás lo habrá) que la obra redentora de nuestro Señor, por eso alegrémonos de corazón y descansemos en estas palabras de La Escritura:


Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse." Romanos 8:18

viernes, 6 de junio de 2014

Tengo algo que decirle | Sermón descargable



Traducción al español del
Primer sermón predicado por
J. C. Ryle

En la Iglesia de Santa María en Helmingham,
Suffolk, Inglaterra
En 1844

Y publicado como un capítulo de la tercera edición del
libro “Home tracts”

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Propósitos del Día de reposo | Peter Masters

El nuevo día del Señor* ya no contenía los deberes adicionales ni los ritos simbólicos de adoración dados a Moisés; pero sí preservó la esencia vital del cuarto mandamiento, el cual incluía las siguientes razones y propósitos:

(1) Es un decreto de la creación que Dios reservara un día de entre siete, y también es uno de los diez mandamientos, los cuales son parte de la ley moral permanente, y fueron escritos por el dedo de Dios.

(2) Por tanto, siempre debe haber un día de conmemoración de la creación.

(3) La existencia de un día de adoración e instrucción debe continuar.

(4) Se debe continuar con un día que recuerde y proclame la redención, ahora en Cristo. La proclamación es un elemento particular del día, pues Cristo mostró y explicó las obras de Dios en los días de reposo, y entonces nosotros debemos hacer lo mismo mediante la evangelización de adultos y niños¹. Una de las razones por las que las iglesias encuentran tan difícil reiniciar escuelas dominicales para los jóvenes es debido a que la comodidad y el entretenimiento han invadido los domingos de muchos creyentes.

(5) Se debe continuar con la existencia de un día de descanso para todos los trabajadores, para que ellos también se beneficien de los propósitos anteriores. Esto previene que los cristianos usen innecesariamente las industrias comerciales el día domingo, ya sea tiendas, restaurantes, estaciones de servicio o centros de diversión (Deuteronomio 5:14 : “para que descanse tu siervo y tu sierva como tú”).

Se deben añadir otros dos propósitos que son de gran importancia
a nuestra lista:

(6) Al igual que el día de reposo judío, guardar el día del Señor es un testimonio para el mundo.

(7) También es una práctica que moldea y santifica, pues ordena las prioridades del pueblo de Dios.



Un testimonio y una ordenanza que nos moldea

Uno de los efectos del día de reposo judío era su testimonio al mundo pagano. Nos podemos imaginar cómo reaccionaban las naciones alrededor de Israel al verles guardar el día de reposo. En una época en la que la mayoría de la gente era granjera, ellos conocían las dificultades de organizar rutinas para que todo trabajo se pudiera paralizar un día cada semana. Sin duda se preguntaban a sí mismos: “¿Cómo pueden lograrlo estos judíos?”. Esas naciones paganas veían a toda una cultura organizada alrededor de un día de entre siete, para adorar al único Dios verdadero, y esto era un testimonio poderoso.

Es lo mismo para nosotros hoy en día en esta época donde la sociedad en general no tiene día de reposo bíblico. Quizás la gente de hoy en día se pregunte: “¿Quiénes son estos cristianos que se abstienen de trabajar y de entretenimiento los domingos para adorar a Dios? Vemos las iglesias abiertas, y a estas personas conmemorando a su Creador y adorándole todos juntos”. No puede dejar de recalcarse la importancia de tal testimonio en familias, colegas y en la sociedad en general. Dios ha creado el día del Señor parcialmente con este mismo propósito, es decir, que la realidad de nuestra fe pueda ser evidente a todos.

El día del Señor también influye profundamente en la santificación personal del creyente, y esto es un hecho que no debería ser pasado por alto. Un día cada semana debemos ordenar cuidadosamente nuestras prioridades para honrar al Señor, y esto nos entrena a hacer lo mismo en cada área de la vida. Una iglesia que trata el día del Señor a la ligera (lo cual es típico en algunas de las llamadas “mega iglesias” de los Estados Unidos de América y de Gran Bretaña, incluyendo algunas que dicen ser “reformadas”), y que no le importa que los creyentes vayan al restaurante después del culto de la mañana, y después procedan a la diversión y al entretenimiento, jugando al golf al aire libre, o haciendo alguna otra cosa así y permitiéndose una gran variedad de actividades de ocio, es una iglesia que le niega a sus miembros una ordenanza inmensamente profunda que da forma y moldea su carácter cristiano. Si sometemos nuestros planes personales a Dios en su día, entonces nuestras vidas y prioridades serán ordenadas más diligentemente y de una forma más consciente para Cristo todos los demás días de la semana.

Deberíamos notar las palabras que Dios dijo a Moisés respecto al maná en Éxodo 16:4 (incluso antes de dar los mandamientos). Dios dijo que el arreglo para recoger el maná fue dado “para que […] pruebe [al pueblo] si anda en mi ley, o no”. El día del Señor es una prueba de obediencia que nos reta cada semana de nuestras vidas a obedecer, de forma alegre y voluntaria, la voluntad del Señor. Si hacemos caso omiso, colapsamos en un estilo de vida cristiano centrado en uno mismo, egoísta y autoindulgente, como muchos han caído ya. El día del Señor es tanto un día de oportunidad espiritual como una salvaguarda espiritual para toda la vida.

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* Se refiere al domingo, que es el día en vamos a la iglesia.

¹  Juan 5:1-18; Lucas 4:31; 6:6-11; 13:10-17; 14:1-5.



-Extracto tomado de “Acuérdate del Día del Señor”, SWORD&TROWEL, p. 8-11, Dr. Peter Masters

Nunca te hagas muy amigo de alguien que no es amigo de Dios | J. C. Ryle

Entiéndeme, no estoy hablando de conocidos. No estoy diciendo que no debes tener nada que ver con alguien que no es un verdadero cristiano. Tomar tal postura no es posible ni deseable en este mundo. Ser cristiano no requiere que nadie sea descortés. Pero sí te aconsejo que tengas mucho cuidado cómo escoges tus amigos. No brindes tu amistad a alguien sólo porque es inteligente, agradable, de buena casta, popular y bondadoso. Todas estas cosas serán muy buenas, pero no lo es todo. Nunca te satisfagas con la amistad de alguien que no es útil a tu alma.

Créeme, no subestimes la importancia de este consejo. Es imposible decir los daños causados por andar con compañeros y amigos inconversos. El diablo tiene pocas cosas mejores que esto para arruinar el alma del hombre. Dale esta ayuda, y le importará muy poco qué otra armadura tienes para protegerte contra él. Satanás sabe muy bien que tu buena educación, tu buena moralidad, los sermones, los libros, tu hogar cristiano, las cartas de tus padres, de poco te valdrán si te juntas con amigos inconversos. Puede que resistas mu-chas tentaciones directas, que no caigas en trampas comunes, pero empieza a andar con malas compañías, y con esto, él quedará satis-fecho. 2 Samuel 13 contiene la horrible y malvada conducta del príncipe Amnón con Tamar, y encontramos al principio del relato estas palabras: “Y Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab… hombre muy astuto” (2 Samuel 13:3).

Recuerda que todos somos criaturas que imitamos: el precepto podrá enseñarnos, pero es el ejemplo lo que seguimos. Esto se aplica a todos nosotros. Siempre estamos dispuestos a adoptar los modos o las costumbres de aquellos con quienes vivimos, y cuanto más los queremos, más dispuestos estamos. Sin que nos demos cuenta, influyen sobre nuestros gustos y opiniones. Gradualmente abandonamos lo que a ellos no les gusta y adoptamos lo que a ellos les gusta, para quedar bien con ellos. Y lo peor de todo es que adoptamos sus malas costumbres mucho más pronto que sus costumbres buenas y sanas. La salud, desgraciadamente, no es contagiosa, pero muchas enfermedades lo son. Es mucho más fácil contagiarnos un resfrío que contagiarle a otro felicidad. Y de la misma manera, es más fácil debilitar la fe de alguno con nuestra actitud que hacerla crecer.

Joven, te pido que atiendas mi consejo. Antes de dejar que alguien sea tu constante compañero, antes de que te acostumbres a contarle todo, a recurrir a él con todos tus problemas y todas tus alegrías, piensa en lo que he estado diciendo. Y pregúntate: “¿Será ésta una amistad provechosa para mí o no?”

“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33). Quisiera que este texto estuviera escrito en tu corazón con la misma claridad con que está escrita en la Biblia. Los buenos amigos son una de nuestras más grande bendiciones. Pueden impedirnos que caigamos en muchos males, impulsarnos en nuestro curso, dar un consejo en el momento preciso, impulsarnos hacia arriba y adelante. Pero un mal amigo es positivamente una mala influencia, un peso que continuamente nos jala hacia abajo, y nos encadena a este mundo. Frecuenta la compañía de alguien que no es del Señor, y lo más probable es que terminarás como él. Esa es la consecuencia general de tales amistades. Los buenos descienden al nivel de los malos, pero los malos no suben al nivel de los buenos. Aun una piedra se rompe con un continuo goteo de agua. El conocido proverbio dice la verdad: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

Enfatizo mucho este punto porque tiene que ver, más de lo que parece a primera vista, con tus perspectivas en la vida. Si te casas, es más probable que escojas una mujer entre las conocidas por los amigos con quienes andas. Si Jeroboam, hijo de Josafat, no hubiera entablado una amistad con la familia de Acab, lo más seguro es que no se hubiera casado con la hija de Acab. ¿Y quien puede estimar la importancia de escoger correctamente nuestra pareja matrimonial? Es un paso que según un dicho antiguo: “O hace al hombre o lo deshace”. Tu felicidad en esta vida y la siguiente puede depender de ello. Tu esposa ayuda a tu alma o la daña: no hay una opción intermedia. Avivará la llama de la religión en tu corazón, o aventará agua helada en esa llama y la apagará. Ella será alas o cadenas, las riendas o las espuelas a tu cristiandad, según sea su carácter. Aquel que encuentra una buena esposa “encuentra verdaderamente cosa buena,” pero si quieres encontrar una buena, ten cuidado cómo escoges tus amigos.

¿Me preguntas qué clase de amigos debes escoger? Escoge amigos que beneficien tu alma, amigos que realmente puedas respetar, amigos que quisieras tener junto a ti en tu lecho de muerte, amigos que viven la Biblia y no tienen miedo de hablar de ella contigo, amigos de los cuales no te avergonzarás cuando venga Cristo, y llegue el Día del Juicio. Sigue el ejemplo que el salmista te muestra cuando dice: “Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos” (Salmo 119:63). Y recuerda las palabras de Salomón: “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado” (Proverbios 13:20). Dalo por hecho que andar en malas compañías en tu vida ahora es la manera segura de conseguir peores compañías en la vida venidera.

Fragmento tomado del libro PENSAMIENTOS PARA HOMBRES JÓVENES de J.C. Ryle

La oración conforme a Su voluntad

“Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye.”
1 Juan 5:14

La confianza que nos ha sido concedida por Dios en Él mismo, y por la cual las Escrituras nos llaman ‘Bienaventurados’, es también la confianza que se centra en creer que es totalmente cierto que la voluntad de Dios es perfecta, buena y agradable.

Por esa fe inconmovible, y esa confianza certera en la voluntad de Dios, acudimos al Trono de la Gracia, por medio de nuestro Señor Jesucristo, para pedir conforme a Su voluntad. Y la Biblia nos dice: “Él nos oye”.

En contraste, nuestra voluntad es imperfecta, al ser inconstante; mala, al ser pecadora; desagradable, al ser egoísta. Si pedimos a Dios, fundamentados en nuestra voluntad, clamaremos por cosas que hoy deseamos, pero pronto ya no desearemos, pues nuestra voluntad por naturaleza cambia con demasiada facilidad, tal como las nubes cambian de forma.

Si pedimos a Dios, basados en nuestra voluntad, clamaremos por cosas que nos llevarán a pecar o por cosas que son en sí mismas pecado, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, por eso pecamos al pedir basándonos en nuestra voluntad, que en sí misma por naturaleza es pecadora.

Si pedimos a Dios, fundados en nuestra voluntad, pediremos con malas intenciones, pues lo haremos para pedir lo que nos dará placer, pues nuestra voluntad por naturaleza tiene malos deseos.

Si pedimos a Dios alguna cosa conforme a nuestra voluntad, para nuestra propio perjuicio pedimos; pero si pedimos a Dios alguna cosa conforme a Su voluntad, para el beneficio de nuestra alma y la gloria de Él pedimos. Esto es agradable al Señor, quien pesa los corazones.

Y para saber cuál es Su voluntad, hay que estudiar y meditar a diario en Su Palabra para hacer conforme a todo lo que en ella está escrito, mientras que en oración pedimos sin cesar: “Señor, llénanos plenamente del verdadero conocimiento de Tu voluntad y concédenos gracia para cumplirla y así podamos andar como es digno del Señor, agradándote en todo, llevando fruto en toda buena obra que hagamos y creciendo en el conocimiento de Ti más y más.”

Hemos de imitar a Cristo que, conociendo la angustia a la cual iba en camino, oró al Padre suplicando que hiciera pasar de Él esa copa de sufrimiento que sería vertida en la Cruz sobre Él, pero junto con ello dice: “pero no sea como yo quiero, sino como tú.” Y vimos que así fue, como el Padre quiso. Pues, pedir por la voluntad de Dios, es, en conclusión, decirle: “Señor, que yo salga perdedor y tu ganador, pero que se haga tu voluntad. Ya sea alimento o amarga medicina lo que me des, quiero, Señor, aquello que te glorifique más.”. Pues ya no confiamos en nuestra carne y en nuestra débil fuerza, sino en Dios y Su fuerte Voluntad, pues, si Él quiere hacer, ¿quién lo estorbará?

Su Sabiduría soberana y poderosa es la razón por la cual pedimos conforme a Su voluntad, confiándonos a Él y creyendo que todas las obras y cosas, que Él ha preparó de antemano para que andemos en ellas, nos ayudan para bien.

Un creyente verdadero se deleitará en el Señor constantemente, y quien así haga, por el Señor será moldeada su voluntad para que su corazón tenga peticiones que le agraden a Él, y así, el Señor las oirá y nuestra confianza es esa: que tendremos, haciendo así, lo que pedimos.

Nada podemos contra la verdad; y mientras meditamos en esto, demos a Dios gracias por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo.

La cura para los pensamientos pecaminosos | Stephen Charnock

#1. Acostúmbrate a meditar seriamente cada mañana. Conseguir aire fresco del cielo en nuestras almas engendrará un espíritu más puro y pensamientos más nobles. Un buen tiempo mañanero nos protegerá todo el día. A lo largo del día, después que hayamos despachado los demás pensamientos que nos son necesarios para ocuparnos de nuestras actividades diarias, el tema de meditación que sostuvimos en la mañana retornará como nuestro principal acompañante durante el día.

#2. Ejercítate en humillarte a ti mismo frecuentemente. El orgullo nos expone a pensamientos impacientes e inquietantes, pero la humildad promueve un alma calmada y serena. Las humillaciones frecuentes matarán el fuego que arde interiormente y reducen las chispas. Mientras más profundo se ara más se matan las malas hierbas y mejor se prepara la tierra para la buena semilla. Los hombres no caen fácilmente en aquellos pecados por medio de los cuales ellos han sido profundamente humillados. Hay sabiduría y gracia en un espíritu que llora. El gozo carnal hace que el corazón se evapore en ligereza e insensatez.

#3. Evita enredarte con el mundo. Ese barro estorbará nuestras mentes. La felicidad sucia sólo engendrará pensamientos sucios. Si el mundo se apodera de nuestra alma, producirá pensamientos de ansiedad. Los muchos negocios se encuentran con muchas cruces, y luego producen pensamientos murmuradores. Si los negocios del mundo son coronados con el éxito, entonces promueven pensamientos orgullosos y lisonjeros. “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Tim. 6:9). Tales pasiones convierten a los hombres en insensatos, y parte de su insensatez es tener fantasías salvajes y sin sentido. Las nieblas y neblinas se encuentran en las partes inferiores de la tierra, pero no alcanzan a llegar al cielo. Si estamos libres de los afectos terrenales, estos vapores contrarios no podrán perturbar fácilmente nuestras mentes. Si el mundo hace residencia en nuestros corazones, nunca dejaremos de experimentar los tormentos de esos pensamientos irracionales. Los deseos codiciosos nos rellenarán de imaginaciones necias, y sofocarán todo buen pensamiento que nos alcance.

#4. Evita la pereza. Las ocupaciones serias naturalmente mantendrán la compostura del espíritu de un hombre, pero demasiadas recreaciones le harán consumirse en vanidad. La pereza aviva en el alma muchas imaginaciones ligeras y sin provecho que de concentrarse la mente activa en alguna labor determinada serían suficientemente desviadas. Las mentes vacías son las más adecuadas para las tonterías extravagantes. La diligencia en nuestras vocaciones nos protege de Satanás, y algunas veces el Espíritu nos visita y nos llena de emociones santas en medio de ellas. El Espíritu nos ayuda a cumplir y tener éxito en nuestros deberes. Es así, pues, que un ejercicio santo de nuestras vocaciones santificará nuestras mentes y dejará poco espacio para que las arañas hagan sus telarañas.

#5. Asombra tu corazón con pensamientos acerca de la omnisciencia de Dios. Somos en gran medida ateos en lo que de este atributo se trata. Lo creemos en cuanto a concepto, pero en su mayor parte lo negamos en la práctica. Imagina la final trompeta y el tribunal de Cristo. Considera su omnisciencia señalando por separado todos los secretos de tu corazón. ¿No hace esta sola consideración que se desvíe el calor de todas las demás imaginaciones? Si penetra un pensamiento insensato, considera: ¿Y qué si Dios, que todo lo conoce, me llamara al presente a juicio por este vistazo pecaminoso? ¿Conviene a la gloria de Dios o a nuestros propios intereses que Él encuentre tal repugnante estercolero y emjambres de piojos egipcios y ranas que suben y bajan en nuestras recámaras? Si nuestro corazón está poseído por la verdad de su omnisciencia, ¡nos avergonzaríamos sólo con pensar acerca de nuestra vergüenza en el día final!

#6. Mantén una continua vigilancia sobre tu corazón. Necesitamos gracia para perseverar como centinelas sobre nuestros pensamientos. Los pensamientos están escondidos en el corazón. Nuestras mentes son como escolares ociosos que se comportan revoltosamente si el maestro está de espaldas. Mantengamos una mano estricta sobre la bestia salvaje de nuestros afectos interiores. Hay ocasiones particulares en las que debemos poner doble guardia, como cuando se presentan oportunidades que pueden incendiar alguna corrupción interna. La ocasión puede emboscarnos si dejamos al descuido nuestros pensamientos y afectos. Cuídate de manera especial en momentos de soledad, cuando el estar libres de ocupaciones propicia una oportunidad a la imaginación no santificada para evocar mil espíritus malignos. Cuando nos encontremos entre malas compañías tenemos que velar no sea que surjan imaginaciones corruptas y envenenen el espíritu y nos infecten. Debemos cuidar nuestros corazones porque de ellos mana la vida. Debemos cuidar nuestros sentidos porque estamos naturalmente inclinados a seguir nuestros deseos. La mayoría de nuestros pensamientos se introducen inicialmente por las ventanas de los sentidos.

#7. Examina tus pensamientos. Considera qué pensamientos están salpicando en tu corazón. Investiga qué están haciendo ahí y cuál es su propósito. Trae cada pensamiento ante la prueba de la Palabra de Dios. Pregúntate a ti mismo porqué das albergue a tales pensamientos.

#8. Revisa y controla tus pensamientos desde sus mismos inicios. Si un pensamiento tiene la marca razonable del pecado, ni siquiera le des el honor de examinarlo. Si la lepra aparece en la frente, ¡arrójala fuera de ti! Apágalo al instante como harías con una chispa de fuego en un montón de heno. Ni siquiera nos debatimos si debemos sacudir una víbora de nuestras manos. Si un pensamiento es claramente pecaminoso, ¡cualquiera tratado de paz que hagamos con el mismo es una medida de desobediencia! Si no huele a las cosas de Dios, no escuches sus razonamientos. No lo excuses simplemente por el hecho de ser pequeño. Los vapores pequeños pueden crecer hasta convertirse en grandes nubes. De ser albergados, pueden forzar nuestro juicio, arrastrar nuestra voluntad y hacer que nuestras emociones pasen a ser un manicomio. El diablo puede inmediatamente imprimir sus sugerencias en nuestras mentes. Ni siquiera estamos apercibidos del ejército que él tiene para apoyar cualquier pensamiento pecaminoso una vez le abrimos la puerta. Aplastemos al mocoso de inmediato y arrojemos la cabeza sobre la pared para desalentar así cualquier otro ataque. Avergoncémonos de abrigar en nuestros pensamientos aquello de lo que nos avergonzaríamos si se manifestara en palabras o acciones. Por tanto, tan pronto te apercibas de un pensamiento tan malo, escúpelo con repudio.

Las malas compañías

1 Corintios 15:33: “No os dejéis engañar: ‘Las malas compañías corrompen las buenas costumbres’.

Hoy en el Día del Señor recordemos esta gran verdad. Aún en las redes sociales (sea Twitter, Facebook, Instagram, etc…) tenemos compañías malas, personas groseras con actitudes malsanas, que nos influencian hacia el mal, y así, debilitan nuestra fe, nos conducen por la senda del error y corrompen nuestras buenas costumbres, las que hemos aprendido de Cristo. Esto sucede de tal forma que a veces ni lo notamos, pues es algo muy sagaz y sutil. A veces por no sentir el rechazo de esas compañías, sea por una red social o en persona, nos comportamos de manera parecida o igual a ellas, tal como Pedro empezó a maldecir para ser distinguido de Cristo y así negarlo.

Todo verdadero creyente, que haya sido regenerado por la gracia del Señor, tendrá todavía en él esa naturaleza pecaminosa que se inclina al mal, y sabiendo que tiene un corazón engañoso, una fuerza débil y un viejo hombre en él que está presto a pecar, será prudente en el momento de seleccionar sus compañías, pues la enfermedad se contagia más fácil que la salud, igual que el pecado más fácil que la santidad. Quien crea estar firme, debe tener cuidado de no caer, y quien tenga cuidado de no caer se hará lejos del hoyo. No creamos la mentira y engañosa táctica de Satanás: que podemos acercarnos al pecado sin caer en él.

Nadie que tenga razón se acercará al fuego con material inflamable pensando que esto no resultará en un gran daño, ni tocará la pintura fresca seguro de que no se manchará (es vergonzoso decir que hay personas que piensan así); de igual manera, un verdadero creyente, que tenga fe y amor por el Señor, se guardará y/o alejará de cualquier persona y cosa que despierte sus deseos pecaminosos y así se vea afectada su santificación y termine cayendo en el pecado, pues es preferible perder compañías que ir con ellas al infierno; y quien piense diferente está equivocado. Recuerden que el pecado empieza muchas veces por la confianza de que no se pecará y por la seguridad de que te mantendrás firme y no caerás: y cuando más santo te crees, eres más pecador.

Con esto no digo que no te debas juntar con ningún impío, enemigo de Dios, pues para lograr esto sería necesario salir de este mundo; más bien digo que no tengas ninguna amistad estrecha con ningún incrédulo, y mucho menos con alguien que se haga llamar cristiano y te influencie, al igual que el incrédulo, al pecado y a actitudes impuras. Un verdadero creyente se mantendrá puro del mundo pues así agradará a Dios, y todo verdadero creyente ¡querrá agradar a Dios!

Nada podemos contra la verdad; y mientras meditamos en esto, demos a Dios gracias por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 2 de junio de 2014

Sobre la obediencia a los padres y sus límites


Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo”.
Efesios 6:1

El mandamiento es: “obedeced -en el Señor- a vuestros padres, porque esto es justo”. Entonces, como advertencia, no es justo obedecerlos si sus órdenes no llevan a glorificar al Señor (quien los constituyó en autoridad y les ha permitido honra por ello), pues allí, se vuelve injusta la obediencia, pues sería desobediencia a Dios.

Así pues, toda demanda de obediencia que nuestros padres nos hagan pero que su cumplimiento se constituya en desobediencia a nuestro verdadero Padre, debe ser ignorada y desobedecida; pues, aunque ante los ojos de los hombres sea desobediencia, ante los ojos del Señor ha sido un acto de sumisión y obediencia a Su voluntad.

Daniel oró a Dios desobedeciendo de esta manera al rey y su edicto real y a la ley de Media y de Persia que le restringía esto y no podía ser abrogada; y Pedro y Juan no dejaron de predicar en el Nombre cuando se los prohibieron. Y esto, porque es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Dado que lo anterior es cierto, si las órdenes de los hombres, ya sean padres o reyes, son escalones que nos llevan a obedecer al Señor, entonces hemos de honrarlos obedeciéndolos, o deshonraremos a nuestro Padre Celestial quien fue el que estableció esas autoridades; pero, si el obedecer cierta orden de algún hombre se vuelve una manera de desagradar a Dios, entonces es orden del Señor la desobediencia a ese mandato humano para que haya obediencia a Él.

Pues, obedecer a nuestros padres u otras autoridades en cosas que nos aparten de la obediencia a Dios se constituye en un acto de rebeldía al Rey de los Cielos y la tierra, Señor de Señores y verdadero Padre.

Por lo tanto, la obediencia a los hombres tiene un límite, y este es: la obediencia a la Ley de Dios.

Nada podemos contra la verdad; y mientras meditas en esto, dad a Dios gracias por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo.